Ben se despide del Heinz

Ben se despide del Heinz
Luis ramón

Luis Ramón

“El liderazgo es algo que se gana, algo para lo que eres escogido. No puedes llegar gritando, “Yo soy su líder”, si pasa, es porque los demás te escogieron”

Benjamin T. Roehtlisberger

Quarterback de los Acereros de Pittsburgh

Ayer se despidió Ben Roethlisberger del Heinz Field, y con esto, se cerró un ciclo más en mi vida. Fue una noche muy emotiva para mí.

Como un script de película de Hollywood, previo al inicio de temporada se programó sin saberse en un MNF, por lo que toda la atención era en ese partido. Contra los Browns, que no lo seleccionaron en su oportunidad y que además fueron dominados siempre por él. Prácticamente sin oportunidades de pasar a playoffs, por lo que se garantizaba que sería su último partido.  Tocó una noche fría pero despejada, el estadio lucía repleto, y todos ondeando las toallas terribles, con un ingrediente único para esta ocasión, decenas de cartelones, elaborados por los fans agradeciendo la trayectoria de Ben.

Estuvimos en el Pro Player Stadium, ese 26 de septiembre de 2004, en que el huracán Jeanne mostró su poder sobre la ciudad de Miami. Las autoridades de la NFL decidieron mover el juego en la noche para evitar el aguacero, pero Jeanne les jugó una broma y mientras que a las 12 estaba un sol brillante, a las 19:30, el cielo se desplomó con una torrencial tormenta. Karla y yo terminamos empapados. Esa noche sería el primer juego oficial como QB titular de los Pittsburgh Steelers de Ben. Su primer pase, fue interceptado, pero como el resto de su carrera, no se desanimo y busco la manera de evitar otros errores y apoyado en su defensiva, logró su primera victoria. Esa temporada tuvo otras 14 más, que lo convirtieron en el novato del año. “No estuvo bonito en algunas momentos, pero encontramos la manera de ganar”, fue su respuesta durante la entrevista al final del partido. Y esa actitud ganadora la mantuvo a lo largo de los 18 temporadas como titular indiscutible.

Siendo John Elway su ídolo, se decidió por el número siete y casualmente es mi número favorito y de la suerte, por lo que inmediatamente compre su jersey.

Más de 20 ocasiones tuve la oportunidad de verlo jugar, tanto en el Heinz Field como en otros estadios. No todos los partidos buenos, e incluso unas derrotas dolorosísimas en Nueva York, Miami, Dallas, Chicago y Houston. Y en sus tres Superbowls. Muchas de estas crónicas, aparecen en mi primer libro “Marco Polo, 700 años después”, y están separadas en un capitulo especial, “Con corazón de acero”.

El primero que fui solo a Detroit, con la famosa historia de los boletos falsos y que éramos los underdgs ante los poderosos Seahawks, el regreso a casa y parada final del Autobús Jerome Bettis y se levantó el Lombardi después de una sequía de 26 años. El segundo, ese primero de febrero de 2009, en Tampa Bay con Luis Alberto, al que lo he llamado el día más feliz de mi vida y que con un pase a la triple cobertura de los cardenales y que Santonio Holmes pudo milimétricamente tocar el vértice de la zona de anotación, para obtener el sexto anillo. Y el tercero en Dallas, en el que no fue su mejor día, y un garrafal error de Mendenhall, costo el partido ante los empacadores, que era el “Stairway to Seven”, pero habíamos ido a los dos partidos de playoffs a Heinz Field, siendo estos, de los juegos más emocionantes y sin lugar a duda helados a los que hemos ido.

Así que Ben, ha sido parte de mi vida. Cerca de 250 domingos frente al televisor viéndolo jugar. Al principio de su carrera, desmarcándose de los defensivos y alargando las jugadas, para conectar con sus múltiples receptores. Desde Hines Ward, Plaxico Burres, Mike Wallace, Antonio Brown, Heath Miller hasta hoy más lento, con jugadas más anticipadas a los actuales Johnson, Juju, Claypool y Freiermuth.

Y muchos partidos y viajes en compañía de amigos aficionados al futbol, pero principalmente miembros de la “Steeler Nation”. Eduardo Banuet, Enrique Boesch, Federico Santos, Jesus Cavazos, Paco García Manica, Carlos Islas, Oscar Ramos, Javier Quintanilla, Salvador González, Jesus Arias, Jaime Toussaint, Pablo Vargas, Carlos GarzaT, Jorge Villegas y tantos más, que me disculpo de antemano por no nombrarlos a todos.


Logré o tal vez obligué, pero no lo creo, que mis hijos sean también unos aguerridos y leales aficionados y me han acompañado siempre. Estoy seguro de que ellos también están orgullosos de sus colores.  De hecho, acabamos de regresar de un viaje que me regalaron de mi cumpleaños 55, en que hicimos un roadtrip de Pittsburgh a Minneapolis, para ver dos espectaculares juegos.

Nosotros, que hemos estado presente varias veces en Pittsburgh, conocemos las tradiciones de la ciudad y del estadio. Estábamos seguros de que sería la ofensiva la que fuera nombrada al salir del túnel, para que fuera Ben el último en salir, pero esto jamás sale en la televisión. Sabíamos que nos perderíamos ese memorable espectáculo. Este lunes fue diferente. ESPN tomó la sabia decisión de mostrar en su transmisión, la última salida del 7 fuera del túnel y que al anunciar el tradicional: “And with number seven, your Quarterback,… Ben Roethlisberger”, escuchar la estruendosa ovación de los casi 70,000 aficionados que coreaban a nuestro ídolo.

El partido no fue bueno, pero mucho mejor que los cinco anteriores. Aún así, Ben jugó como lo hizo desde ese 2004, entregándose y dejando todo en el campo, aún cuando ya no tiene nada que demostrar.

En una de las últimas jugadas el novato Najee Harris se escapó para asegurar la victoria, pero quitaba la oportunidad de que Ben terminara el juego, como se hubiese soñado. Reitero, como siguiendo un script, una jugada más tarde un desconocido cornerback, intercepta por segunda vez el balón a Mayfield y con 10 segundos en el reloj, Ben se vuelve a poner el casco, entrar al terreno de juego y en la formación de la victoria, hincarse, para ser él, el último en tocar el balón.

Lisa Salters, quien ha seguido su carrera desde el primer viaje desde su natal Ohio a Nueva York, para asistir al Draft, donde el comisionado Tagliabue, lo nombró como, la undécima selección y “drafteado” por los acereros, fue quien realizó la entrevista al final del partido.

Un Ben desbordado de emociones, con los ojos cristalinos de las lágrimas que escurrían y una voz entrecortada, no paró de agradecer haber jugado para la mejor afición deportiva del mundo. Que siempre dio todo y jamás se quedó con una gota en el tanque. Imagino la gran satisfacción de la misión cumplida y que todo un estadio, una ciudad y una nación de aficionados te lo reconozcan.

En un partido normal, una vez que ha terminado, no pasan más que la entrevista con el jugador del partido y regresan a un sin número de anuncios y cortes comerciales. Este día, fue la excepción. Los patrocinadores tuvieron que esperar y posterior a la entrevista, transmitían a un Ben, que fue a sentarse en la misma banca, donde hace un año lloró la derrota contra los mismos Browns y la despedida de Mike Pouncey, su centro por los últimos 10 años.

Un pequeño corte y regresaron para seguir transmitiendo. Ben no se había ido del estadio, ni tampoco miles de aficionados que seguían vitoreándolo. Era como, si él quisiera detener el tiempo y que éste se quedará estático en ese momento, con los reflectores encendidos y el uniformado, pisando el césped del Heinz Field. Intentó caminar hacia el túnel, pero se detuvo en las gradas y comenzó a saludar de mano a aquellos que estuvieran en la primera fila.

Steve Levy, Brian Griese y Louis Riddick los comentaristas de ESPN, no daban crédito al grado de emoción y seguían transmitiendo de manera inusual, cada uno de esos instantes, mientras Ben daba una vuelta olímpica al estadio. Permitieron luego que bajara su familia.

Ben pidió a los fotógrafos que lo rodeaban que dieran espacio para que cruzaran la cancha sus tres hijos pequeños. Se fundieron en un abrazo peculiar, en el que el padre se despide de su trabajo y seguramente tendrá más tiempo con ellos. Se besó con su esposa y abrazó también a sus padres.



Caminó con ellos hacia la salida del túnel y en una estampa familiar conmovedora, el gigante que aún portaba sus hombreras y casco puesto se alejaba hacía los vestidores de la mano de sus hijos, que no le llegan a la cintura.

La crónica posterior con Steve Van Pelt, no fue menos emotiva y repitió imágenes que ya habíamos visto, así como las entrevistas a Mike Tomlin, su coach durante los últimos 15 años, de TJ Watt quien seguramente tomará la estafeta de líder del equipo y del mismo Ben, que ya bañado estaba un tanto más tranquilo, pero sin dejar de transmitir esa gran emoción y satisfacción al mismo tiempo.

No puedo negar que también circularon lágrimas por mi rostro. Más del 30 porciento de mi vida la he vivido, viendo a Ben jugar para mis acereros. Agradecido de habernos quedado en casa y estar rodeado de mis hijos, viendo como tantos otros domingos, una angustiosa victoria, pero esta vez, con un toque sumamente emocional.

Y posteriormente y sin poder dormir, rescato una serie de comportamientos que son lecciones de vida.

Un tipo que fue un match perfecto para el equipo y para la ciudad. Trabajador de cuello azul, como los obreros de una siderúrgica, de las tantas que hicieron a Pittsburgh famosa.  

Un líder que no fue impuesto, sino que se ganó su lugar. Su frase: “El liderazgo es algo que se gana, algo para lo que eres escogido. No puedes llegar gritando, “Yo soy su líder”, si pasa, es porque los demás te escogieron”, resume su estilo de liderazgo.

Alguien que se entrego por completo. “Tomo mi vida y la pongo en el campo de juego, y tomo el campo de juego y pongo mi vida en él”.

Siempre puso a sus compañeros como los que habían acertado y realizado el trabajo correcto en las victorias y se responsabilizaba a él como culpable en las derrotas. Y con humildad reconocía, aún que sus receptores le dijeran que eran los mejores del mundo, “La mayor parte es tuya, y solo un pedacito de mi”.  

Y en un negocio en donde la lealtad es algo pasado de moda, él decidió iniciar y terminar su carrera en un solo equipo.

Hoy se cierran esas páginas, que la mayor parte fueron gloriosas. Agradezco ser un aficionado a los acereros de Pittsburgh. Tener la oportunidad de compartir esta afición con tantos amigos del ayer, del hoy y los que quedan por conocer. Haber podido asistir a tantos juegos, solo, con amigos, con mis padres y sobre todo con mis hijos, que me han acompañado siempre.  Y de haber sido testigo de este final que cierra con broche de oro una gran película.

No se avecinan buenos tiempos para los “black and gold”, pero ganen o pierdan, siempre leal acerero.