Luis Ramón
Una vez más por Madrid. En esta ocasión no hubo fútbol ni toros. Un evento más personal y familiar. La graduación de maestría del IE de Karla. Una ceremonia que estaba pendiente desde el 2020. Se realizó en un marco majestuoso: la recién inaugurada Torre del IE en las afueras de Madrid. Un edificio que alberga oficinas administrativas, laboratorios, aulas y el auditorio donde se llevó a cabo el evento.
Como es habitual en verano, el infierno es gélido en comparación a Madrid. Las estadísticas marcan un verano que la temperatura de la capital es igual a la del desierto del Sahara. Aun así, estudiantes y padres acudimos con traje y corbata y las señoras luciendo elegantes vestidos de cocktail.
La ceremonia inició con unos minutos de desfase. Minutos que pasaron desapercibidos, deleitándonos con la angelical voz de la cantante que amenizaba el evento. Este, fue simple, sobrio y muy elegante. Todos los graduados entraron en fila ataviados con sus togas en azul rey con vivos en amarillo y coronados con su birrete.
El VicePresidente del IE dio el mensaje inicial, y les propuso cinco ideas a su consideración. Cada una con un verbo distinto. Un requisito: Seguir estudiando; el grado de master no implica que puedas o incluso debas dejar de hacerlo. Una certidumbre: las descripciones de puesto del futuro, hoy todavía no se conocen. Una aspiración: sean responsables de sus actos. Un recordatorio: El ambiente internacional en el que vivieron su maestría, les permitirá tener una actitud más tolerante. Y una solicitud y ofrecimiento: manténganse en contacto con sus colegas globales y con la universidad.
El orador huésped fue Jesús Muñoz, un conocido empresario español y que cumplía 20 años de graduado del máster del IE. Con una muy vistosa y colorida presentación, casualmente también ofreció cinco ideas:
Y luego llegó el momento esperado, desde luego por nosotros, pero también para muchos de los graduados. Karla sería la encargada de dar el discurso a nombre de una generación de 140 estudiantes de todo el mundo. Éste tenía que ser en inglés y lo preparó con un par de semanas de antelación. Subió al estrado con seguridad y aplomo. Se dirigió a todos de manera natural a pesar de hablarlo en su segunda lengua. La pandemia, las clases virtuales y los estragos que causaron en estudiantes y maestros fueron los elementos centrales de la primera parte y como con resiliencia, paciencia y entusiasmo todos estaban hoy ahí. Agradeció a todos los padres la oportunidad de haber podido estudiar en esa prestigiosa institución. Y pidió un aplauso para el equipo médico que los cuido en ese periodo, que se convirtió en una sonora ronda de aplausos. Anécdotas de ese periodo, causaron carcajadas de aquellos que las vivieron, pero incluso provocaron risas entre los familiares. Siendo un 13 de julio, Karla decidió ofrecer 13 “regalos” a sus compañeros. Lo pronunció casi de memoria, pero con cadencia y ritmo. Al terminar recibió una estruendosa ovación de todos los asistentes. Lo digo de forma objetiva y dejando a un lado el claro nepotismo que esto me provoca.
Posterior a los discursos, siguió la entrega de los diplomas. Un desfile de culturas y diversidad. Ésta fue reflejada en colores de piel y cabello, estaturas y complexión y muchos nombres impronunciables. Muchachos de todos los confines del orbe. Desde luego la mayoría europeos y principalmente españoles, pero había alemanes, franceses, holandeses, ingleses, italianos y creería que del resto de la unión. Un buen conglomerado de latinoamericanos: Chile, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Perú, Argentina, Brasil, Ecuador y desde luego de México. No puedo asegurar de que otros países venían, pero muchísimos asiáticos, del subcontinente indio, del medio oriente y de África. Un mosaico de seres humanos, que, a diferencia de la torre de Babel, además de su idioma de origen y el inglés, hablaban el idioma de negocios y mostraban una clara satisfacción de un logro más en sus vidas.
En un gesto más de fraternidad humana y atendiendo a la gran tradición universitaria, después de que ya tenían su diploma y haber escuchado el himno nacional de España, todos tomaron su birrete y lo lanzaron lo más alto que pudieron. Pude captar el momento, en que, con independencia de color, idioma, preferencia y posición, todos se entrelazaron para hacerlo y gritando de emoción. Una emoción que se había pospuesto un par de años. Así que el grito venía de más adentro. Los padres y familiares, nos unimos a la alegría, y, ¿quién sabe?, tal vez mucho más contentos que nuestros hijos, de ver que ellos han conseguido dar un paso más en sus vidas.
Afuera del auditorio, nos esperaba un cocktail para festejar la ocasión. No puedo distinguir si el sol se compadeció un poco de nosotros y el calor no se sentía tan abrasador, o era la emoción, o las cervecitas heladas que estaban a la disposición. Lo que sea, la escena era la misma donde voltearas: padres abrazando a sus hijos e hijos intentando irse con los compañeros de aula y de Zoom, que tenían tiempo sin verse. En mi caso particular y el de mi esposa, un pavo real se hubiera sentido pequeño ante nuestra estatura repleta de orgullo. Karla por su lado, recibía felicitaciones por doquier. Las amigas habían llorado de emoción, los amigos recordaban las noches de bar. Todos la congratulaban y muchas le decían que no hubieran sido capaces, ni siquiera de pararse en el estrado, menos de escribir y hablar en público.
Nos sentamos a festejar con los padres de las amigas de Karla, que habían viajado desde Ciudad de México, Bogotá y Caracas para el evento. A la improvisada mesa en la única sombra del lugar, se unieron también compañeros españoles de ellas. E improvisadamente también, organizamos como buenos latinos, continuar con la fiesta donde fuese. Optamos por la nueva área de comida del hotel Four Seasons que podía albergar a un contingente tan grande. Sonrisas, anécdotas, cervezas, aperol spritz, pinchos y tapas, abarrotaron la mesa.
Una graduación es posiblemente el único evento en que todos los presentes están emocionados, orgullosos, satisfechos y contentos. Los maestros de ver a una generación más a la que han impartido y compartido sus conocimientos. Los padres por ver cumplir un paso más de sus hijos, un sueño que posiblemente inició cuando eran bebés y que ahora con sus propios méritos logran. Los graduados que dan ese paso y el futuro profesional los espera y son ellos y sus alas los que lo harán volar. Y esta, dos años después, no fue la excepción.