Luis Ramón
Tan pronto se anunció que vendría Coldplay al estadio BBVA mis hijos amenazaron con que los abonos de los rayados los usarían ellos. El viernes iría mi compadre Chuy con su familia, mis hijos irían el sábado. Una semana antes del concierto, yo había ido a un par de conciertos, ambos en español, ambos de despedida, pero completamente disímbolos.
El primero en la Arena Monterrey, con titulo “Gracias Totales”, una especie de despedida del grupo de rock en español más icónico de Latinoamérica. Además de despedida, era un homenaje al líder de la banda, que falleció en 2014. Zeta Bosio y Charly Alberti, sus compañeros de Soda Stereo, planearon la gira y el espectáculo que incluía invitados que cantaron las canciones de la banda argentina. Algunos en video y que se reproducían en las cuatro enormes pantallas que cubrían el escenario de la arena, como Julieta Venegas, Juanes y Chris Martin cerrando con Nada Personal. Otros que salieron en vivo, para alborotar más al público. Para mí, las mejores, fueron las que el propio Gustavo Cerati cantó en sus videos originales.
Al igual que los otros 9,000 personas que asistimos, salimos contentos y sudados de tanto cantar y bailar, y quedamos en espera de que se nos pase el temblor. Una producción espléndida, con mucho brillo, color y tecnología, que contrasto con el concierto del día siguiente. Éste fue en el Pabellón M, un teatro más pequeño, que también estuvo a reventar y también celebraba una despedida. Esta era para José Luis Perales.
“Baladas para una despedida” fue el nombre de la gira, en la que el español, de setenta y tantos años, asistido por un conjunto de siete músicos, y que, a diferencia de los cantantes del día anterior, no se movió un ápice del centro del escenario. Sin gran despliegue de tecnología, y solo con su voz, logró deleitar con sus éxitos románticos de los setenta y ochenta, mismos que fueron cantados y coreados por los 5,000 asistentes al teatro.
Después de dos extraordinarios conciertos, yo me sentía satisfecho y no tenía en mis planes asistir al concierto de Coldplay. Me sorprendieron un par de días antes, con un par de boletos para acompañarlos el sábado, pero estos eran para palcos. Leí en el periódico, que el concierto era una maravilla, un evento épico, así que estaba más agradecido de poder asistir.
De acuerdo con lo que nos sugirieron llegamos a las ocho de la noche. No tuvimos que soportar la desorganización que me comentaron del día anterior para entrar a las canchas y nos dirigimos directamente a los cómodos palcos. Ordene un seis de Ultra, que se mantendrían frías en el congelador y que se fueron esfumando una a una.
El BBVA ya estaba prácticamente lleno y los cerca de 60,000 corazones presentes estábamos listos para unirnos al viaje en el universo musical de la banda británica en su gira “Music of the Spheres Tour”.
Minutos antes de que iniciara, presentaron una serie de videos con las acciones que la banda apoya y que, con la compra de los boletos, los fans contribuimos a iniciativas de reforestación en África, limpieza de mares, conservación ambiental, captura de carbono y tecnologías limpias.
Cerca de las 9:15, con la música de John Williams de ET, la banda entró al escenario de una forma poco convencional: en lugar de salir por la parte de atrás del “stage”, aparecieron por uno de los extremos del escenario y recorrieron una barricada que divide el escenario de la gente por uno de los lados, para entrar a la pasarela. Lo mejor es que van saludando de cerca a sus fans, que en las pantallas se apreció que no daban crédito a tenerlos tan próximos.
La aparición de Guy Berryman, Will Champion, Jon Buckland y Chris Martin en el escenario hizo enloquecer a todos los fans. Supongo que en todos sus conciertos la producción es algo a resaltar y esta vez no fue la excepción. Un majestuoso escenario, el juego de luces coloridas, el confeti sorpresivo, las llamaradas ocasionales, el humo, las pantallas circulares en ambos extremos y muchos otros detalles bien pensados vaticinaban un espectáculo inolvidable. Aún para mí, que no era un gran fan de la banda.
Chris Martin traía una camisa sin mangas que dejaba ver sus cuidados tatuajes, un pantalón apretado con letras en un idioma aún por inventar, con una bandera de México colgada en su cinto y unos tenis multicolores que parecían que tenían resortes instalados en las suelas, por la energía con que iba de un lado a otro.
El espectáculo no se limitó a solo tocar su música – que por si sola, nos traía eufóricos con canciones como “Paradise” y “Viva la Vida”, ésta última enloqueciendo a mi esposa – sino que se preocupó de que el público formara parte de toda la experiencia. El lanzamientos de grandes balones que simulaban planetas, con los cuales la multitud jugó y las pulseras luminosas que dieron en la entrada, éstas cambian de colores conforme a la intensidad y la programación de la música.
Para “Viva la vida” se desplazaron a un escenario al centro de la cancha, otro elemento más para acercarse a sus fans. La batería de Will Champion, se parecía más a unos bongos de alguna tribu africana, pero ideal para generar los beats necesarios. Obviamente esa no fue la única canción que entonamos a todo pulmón, ya que momentos después el escenario pasó de morados y rojos a uno amarillo y todas las pulseras cambiaron a ese color, para interpretar “Yellow” y el ambiente se tornó más íntimo y nostálgico.
La banda nos invitó a cuidar el planeta, pues el concierto estuvo alimentado con energías renovables. Mostró a su papá rodando una bicicleta que alimentaba a una fuente de energía para cargar baterías. Salieron luego con cabezas de extraterrestres y una playera con una leyenda que me encanto y tanto que al salir me compre una. “Everyone is an alien somewhere” (Todos somos extraterrestres en algún lugar).
Sencillo, sonriente y muy conectado con la audiencia. En una velada en la que hasta el clima y la noche regia parecían que querían participar y se pusieron a modo. El gigante de acero servía de escenario perfecto y amplificaba correctamente el sonido. Chris detuvo a la banda cuando ya sonaban los primeros acordes de “A sky full of stars”, para que con todo el carisma que le caracteriza y de manera muy atenta y por favor, nos pidió que dejáramos los celulares para dejar de grabar y vivir el momento y conectarnos con alma y corazón.
Estamos tan acostumbrados a vivir a través de las grabaciones que hacemos, que la petición se fue cumpliendo poco a poco, como si nos resistiéramos a no vivir por nosotros mismos, sino a través del celular. Martin fue tan sutilmente insistente que después de algunos minutos, no había ni un celular prendido.
Esta parcial obscuridad permitió que un sector del publico se percatara que una parte del escenario comenzaba a incendiarse. Chris nuevamente dio una catedra de improvisación ante un incidente no previsto. Pidió que esperáramos cinco minutos mientras su equipo revisaba y lo atendiera. Él, con toda calma e intentando como todo el concierto de comunicarse en español, hablaba del fuego como si nada y preguntó si alguien sabía tocar el piano.
Un joven – que resultó ser de Aguascalientes – había llevado una pancarta escrita con marcador “Can I Play Gravity on the piano with you” y la levantó aún más. Pensamos que había sido un truco y que el joven era lo que conocemos como un “Palero”. Resultó que el incidente era cierto y Bernardo como se presentó cuando le preguntaron su nombre, aprovechó al máximo esta oportunidad y junto con su ídolo entonaron una canción que no estaba en el setlist original. Las pantallas mostraban a un joven emocionado y con lágrimas mientras tocaba.
Improvisando una vez más, se desplazó a un escenario alterno más alejado, para sorprender con “El corrido de Monterrey”, y con las notas de “Tengo orgullo de ser del norte, …”, el estadio se prendió más y se convirtió en un ambiente más festivo.
Una vez arreglado el incidente, que no paso a mayores, la banda tocó un par de canciones más, para despedirse. No sin antes, que colocara la bandera de México cuidadosamente en un escalón, se hincara a besarla y caminaran por la pasarela que los introdujo, solo que esta vez, se abrió como puerta del Coliseo Romano y descendieron una escalera que se abrió para eso.
Mientras el público seguía exaltado, por primera vez veía en un concierto, que en las pantallas desplegaban y agradecían a todos los involucrados en la producción del espectáculo. Desde los cuatro miembros de la banda, en la que humildemente Martin salía al final, los responsables de sonido, escenografía, pirotecnia, iluminación, ambientación, robótica, hasta los estilistas, carpinteros y tramoyistas. Una muestra de detalle y agradecimiento, al reconocer que para que ellos luzcan, ahí muchos más atrás.
Cuando nos dirigíamos al carro, solo escuche comentarios positivos, de emoción, de un concierto alucinante, explosivo y sensorial. La gente tal como seguramente deseaba la banda, salía satisfecha, en paz y armonía.
Yo termine feliz y me quedo con varias lecciones que no pensé encontrar en estos eventos.
Tecnología
Aún cuando su música es lo más importante, no escatiman en presentar los avances tecnológicos más recientes. Electrónica, robótica, iluminación, sonido, inteligencia artificial, son al menos algunas áreas presentes en cada concierto. Excelentes ingenieros y creativos son necesarios para alcanzar estos niveles de producción.
Energías Renovables
De la mano de lo anterior, uno de sus objetivos es crear conciencia entre sus millones de aficionados en todo el mundo y que la industria de la música se una y contribuya a la transición energética y conciencia climática.
Inclusión
Es de todos sabido su buena relación con sus fans. Tratan de ser lo más accesibles con sus seguidores en muchos aspectos. Hubo un momento en que se dirigieron a personas con discapacidad auditiva que también disfrutaban del concierto. Y la leyenda de que “Todos somos extraños en algún lugar”, me deja una clarísima lección de inclusión, creo que alguien como ellos que han estado en todos los rincones del mundo, lo pueden comprobar.
Carisma
Durante más de dos horas, solo hubo una forma en su boca: la de una sonrisa. No dejó nunca de sonreír, de transmitir energía positiva, de brincar, de agradecer, de conectar con lo que hacía y para quien lo hacía. Hacerlo así, se siente y se recibe de igual forma.
Improvisación
Algo puede salir mal siempre. Depende de nosotros cómo reaccionemos ante ese imprevisto. Muchos otros artistas, se hubieran ido por el camino fácil, de acabar el concierto ante el incidente. Con calma y pensando en sus seguidores, buscó la manera de complacernos y que saliéramos aún más satisfechos de ahí.
Aprovechar la oportunidad
Bernardo llevó su pancarta. Para sacarte la lotería, primero hay que comprar el boleto. Y no desaprovecho la fortuna de que surgiera un incidente, ni que lo eligieran a él. Aún con los muchos nervios – que seguramente tuvo – se escuchó un “gravity” maravilloso. Las oportunidades a veces no se regresan. Aprovechémoslas cuando se presentan.
Conciencia del momento
Nuestro celular parece más un apéndice de nuestro cuerpo y que un aditamento adicional. Es casi un órgano vital. Esa invitación a ver el mundo directamente y no a través de su lente o de las imágenes recibidas, es una invitación a nuevamente SER. Los momentos son para vivirse en el aquí y el ahora.
Por favor
No fue una orden. Fue una petición sutil y amable. Y a pesar de lo curiosa y aparentemente en contra sentido, la forma en que fue pedida, fue atendida. En el pedir está el dar. Solicitaron también que se devolvieran las pulseras al terminar el concierto. No hay forma de que revisen si la devolviste o no. Pero estoy seguro de que una gran mayoría de los asistentes, no se la llevó.
Al momento de escribir estas líneas, siento profundamente, que los que manejan a mi México querido, estén tomando direcciones contrarias a estas directrices que llevan a un mejor mundo y a convertirnos en mejores personas.